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Antes del amanecer
Relato publicado en la antología de varios autores (Per)Versiones: Monstruos de la Literatura (2012, Sedice). Basado en Las Mil y Una Noches (de Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar).

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El monstruo, que se aproximaba a Scharhriar con la mirada encendida por el deseo hambriento de un bocado apetitoso, se detuvo, extrañado quizá con las palabras de la joven sultana.

—¿Por qué me dices tales palabras?— preguntó, mientras sus ojos se volvían hacia quien hasta hacía unos minutos era su igual— ¿De qué desgracia me hablas?

—Puedes escuchar mi historia, hermana mía, o bien puedes continuar con la satisfacción de tu cruel deseo— contestó Scherezada sin parecer inmutarse por el cambio espantoso operado en Doniazada—, pero te aseguro que mucho más bien obtendrás de mi historia que del consumo apresurado de este hombre.

Doniazada, entornando los ojos con expresión de intriga, retrocedió despacio y se arrodilló al lado de Scherezada.

—Sabes tanto de tantas materias increíbles, hermana mía— murmuró el monstruo con la voz impregnada de devoradora curiosidad—, que bien puedo detener mi mano asesina y escuchar la maravillosa sabiduría que emana de tus historias.

—Mi señor— dijo entonces Scherezada sonriéndole al espantado Scharhriar con la tranquilidad de saberse dueña de la situación—, es mi deseo que prestéis atención a mis palabras, que no es poco ni ordinario lo que has de saber por mi boca.

—Por supuesto— balbuceó Scharhriar, aún temblando de terror y a la vez, de completo asombro—. Comienza, querida esposa.

—Señor— comenzó entonces Scherezada—, hermana mía: hubo en otro tiempo un hombre rico, dueño de muchos bienes, que debía emprender un largo viaje a tierras extranjeras. Sus estados eran vastos, ocupados con grandes cultivos y tierras trabajadas por esclavos y sirvientes de toda posible categoría, y para cuidar de ellos llamó a uno de sus más entrañables amigos, hombre de confianza y claro discernimiento, quien con mano firme dirigía los asuntos de su señor cada vez que éste requería de su servicio. Confiado el gran hombre, pues, de que sus tierras quedaban a buen recaudo, emprendió un largo viaje por tierras ricas en comercios y negocios, pero también por entre desiertos y montañas, siempre ignotos en peligros repentinos, pero también pródigos en bellezas inusuales.

»Después de muchos días de viajar entre ciudades, despachó numerosos negocios y concretó los planes de su proyectado viaje, por lo que resuelto a regresar a su hogar, dirigió sus pasos a lo largo de un río de aguas oscuras a cuya vereda se sentó para reposar y alimentarse en paz.

»Sin embargo, no bien hubo depositado su cabeza atribulada en el tronco de un viejo árbol, un Genio Oscuro, llamado Arzhazam desde tiempos antiguos, surgió de las aguas turbias y sonriendo con crueldad pensó en invadir su cuerpo para aprovecharse de los incautos que por el camino habría de encontrarse. El alma del hombre era limpia como el cielo azul que sobre sus cabezas se extendía y podría recibir sin posibilidad de defensa alguna al ansia cruel del invasor perverso. Pero era menester aguardar la llegada de la noche, pues durante las horas del día el Genio sentía debilitarse su poder y una imprudencia podría llevarlo a la muerte.

»Hundiéndose pues en las aguas del río, se dispuso a acechar el instante ideal para atacar a su víctima, cuando una caravana de mercaderes pasó cerca haciendo mucho ruido. El durmiente despertó al instante, sonriendo con gran alegría, pues parecía posible que habría de continuar su camino en agradable compañía. Saludó con especial cortesía a los dueños de la caravana, dos mercaderes ancianos que cumplían un largo itinerario y les solicitó unirse a ellos.

»Furioso, Arzhazam escuchó que los ancianos aceptaban la propuesta, y desoyendo las llamadas de la razón…

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