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Fantasías controladas

Relato participante de la edición VIII del concurso "Tierra de Leyendas" del portal Sedice.com.

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El sol se filtraba por entre la espesura. El camino serpenteaba, girando, revolviéndose, sorteando arbustos, árboles gigantes y peñascos de formas extrañas. Luego se sucedía un claro, y la melodía de un arroyo de agua espumeante. Pero el camino seguía a través de la floresta en dirección del inmenso castillo cuya sombra ominosa parecía oscurecer el bosque entero.

Rodrigo cabalgaba su regio corcel con la altivez de su noble origen. No sentía ni temor ni dudas. Su objetivo era claro, su destino ineludible. Y cuando trepó la colina sobre la que se asentaba el castillo, una poderosa emoción recorrió su alma entera.

Las puertas del castillo eran pesadas, hechas con madera oscura, vieja. Nadie había pisado sus umbrales en más de cien años. Y era poco probable que Rodrigo pudiera vencer la maldición que pesaba sobre ellas.

Una voz conocida llegó hasta él justo en el momento en que el joven desmontaba.

—Sopla, Rodrigo.

El príncipe miró con enorme sorpresa al ser que se detenía a su lado. Rodrigo era alto, hermoso, bien formado, pero se vio insignificante junto a la inmensa oscuridad del Lobo Feroz. Sin embargo, eso no le impresionaba.

—¿Soplar?— exclamó en cambio.

—Sí— insistió el lobo, mirándolo con astucia—. He derribado construcciones de madera antes con mi solo aliento.

—¡Te concedo el honor!

El Lobo parecía muy complacido. De inmediato, se puso en dos patas y comenzó a aspirar profundamente. Luego, cual huracán surgiendo de sus propias fauces, soltó un poderoso soplido que derribó las viejas puertas del castillo.

—¡Excelente!— exclamó Rodrigo, que corrió hacia su caballo y galopó decidido hacia el frente.

El interior del castillo era aún más impresionante que su exterior. La hiedra cubría los muros, el musgo crecía entre las rocas, la hierba invadía los pasillos, el puente y la explanada. La imagen misma del abandono era más impactante que la oscuridad de la piedra.

Sin embargo, Rodrigo no se detuvo a contemplar tal desolación. Decidido avanzó sobre su montura, con los ojos fijos en la torre más alta, donde debía de yacer la hermosa princesa dormida.

En el puente se encontró de pronto frente al Dragón.

—¡Nadie osará cruzar este puente sin antes aceptar mi desafío!— exclamó la bestia.

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Copyright Laura Quijano