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Sueño profundo (I parte)
Relato finalista en el XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción 2009 (UPV, España), y publicado en NGC 3660 (abril, 2010).

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I

En la oscuridad de un espacio abrumador, la nave se deslizó incólume hacia su objetivo. Estilizada, arrogante, no guardaba similitud alguna con aquellos primitivos modelos que alguna vez cruzaron las distancias existentes entre sus bases iniciales y los satélites del inmenso Júpiter, pero en su interior se movía la misma clase de vida, la misma ansiedad que antaño llenaran los antiguos navíos estelares.

En aquella ocasión, su destino estaba delante de sus ojos. El familiar Calisto, con su belleza inalterada, aguardaba la llegada de científicos y autoridades sin acusar molestia ni interés. No esperaban ellos una reacción del satélite mismo, pero no dejó de sumirlos en mayor inquietud la ausencia completa de respuesta humana. ¿Por qué no recibían los mensajes rutinarios haciéndoles saber que los habitantes de la Base Espacial Aventura eran conscientes de su llegada?

Pocos instantes bastaron para saber la respuesta.

Donde hacía unas semanas se erguía la belleza azulada de un complejo luminoso extendido sobre la superficie de Calisto, ahora solo encontraron vapores difuminándose y hoyos ennegrecidos. En la tenue atmósfera del satélite casi parecía una visión fantasmagórica, estremecedora en su oscuridad y en medio del silencio absoluto.

Los recién llegados apenas daban crédito a sus ojos. Habían escuchado una llamada extraña unas semanas antes, pero jamás habían asociado aquellas palabras con la horrible visión que ahora los recibía. Ni una señal, ni la más ínfima advertencia. ¿Podrían desentrañar el misterio en medio de tanta destrucción?

Uno de los viajeros organizó de inmediato un reconocimiento exhaustivo del lugar. Protegidos por trajes especiales contra la posible radiación restante, recorrieron con extremas precauciones la zona del desastre y confirmaron con creciente desaliento lo que habían temido desde un principio. No había rastros de vida.

De un extremo al otro, en orden absoluto, los cinco viajeros recién llegados recorrieron sin embargo la extensión completa de la ruina. Cada centímetro cuadrado fue revisado, observado, fotografiado y vuelto examinar. Nada quedaba.

Laboratorios, centros de cultivo, oficinas, habitaciones, zonas de recreo y de bienestar comunal, observatorios y zonas clasificadas. Nada había sobrevivido.

Solo quedaba una esperanza, aunque ninguno había recibido hasta el momento la menor comunicación de sobrevivientes posibles: la cápsula de vida. Escondida en la zona más lejana de aquella área rocosa y oscura de Calisto, había una pequeña cámara reforzada, construida como último refugio para los residentes de la base. Estaba equipada con los implementos necesarios para asegurar la supervivencia de todos en caso de una emergencia. Cuando fue evidente que no quedaban restos reconocibles donde antes existiera la base, dos de los exploradores se dirigieron sin titubeos hacia el lugar donde debía estar oculta la cápsula de vida, esperando con intensidad sincera que estuviera ocupada por seres vivientes y en estado de ser rescatados.

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Copyright Laura Quijano