lauraname.jpg (3793 bytes)

fb2.gif (1086 bytes)
Inicio Sobre Laura Publicaciones Eventos Blog Contacto

 

Sueño profundo (I parte)
Relato finalista en el XXI Certamen Alberto Magno de Ciencia Ficción 2009 (UPV, España), y publicado en NGC 3660 (abril, 2010).

Página 2 de 20

La cápsula de vida estaba, en efecto, intacta. Un túnel abierto en la roca guiaba hasta la entrada, que los visitantes abrieron al accionar los controles desplegados a un lado de la pesada puerta de acceso principal. Luego de unos minutos, se hallaban en un interior vacío y oscuro.
Obstinados, revisaron los cinco compartimentos del refugio. Los depósitos de alimento y los tanques suplementarios de oxígeno, parecían nuevos, sin uso. El sistema de vida funcionaba con normalidad, pero no parecía haber sido aprovechado por nadie en los últimos años.

De pronto, sin embargo, justo antes de perder la esperanza, uno de los exploradores encontró a quienes parecían haber sobrevivido a la terrible explosión: en una litera especial de soporte de vida yacía un hombre, vestido con un traje espacial de rutina, de los diseñados para recorrer el satélite, y en otra, mucho más sencilla, un robot de aspecto humanoide, sin traje ni adornos.

Un científico y un robot. Y el silencio de un escenario surrealista.

El científico estaba vivo, pero inconsciente, escasamente respiraba. El robot parecía apagado, sus funciones disminuidas, pero una luz roja encendida sobre uno de sus “ojos” parecía indicar que aún lograba mantenerse operativo.

Ambos fueron transportados a la nave y conectados a sistemas de reanimación apropiados, mientras los miembros de la pequeña tripulación se preparaban para un regreso lúgubre, cargado de malas nuevas.

II

Sasha Verona contemplaba con espíritu apacible aquel tibio atardecer. Las nubes teñidas de naranja se deslizaban suavemente sobre el cielo azul, mientras las distantes montañas parecían reverdecer bajo la luz moribunda. Era un paisaje de ensueño, matizado por el soplo de una brisa apenas insinuada y el refrescante fluir de un arroyo cercano.

Sentada sobre la hierba, Sasha sonreía. Tardes como aquella provenían de sus más queridos recuerdos, aquellos originados desde su infancia, días en los cuales el mundo parecía deslizarse sobre una alfombra de paz y su dicha estaba garantizada. Ahora, en su soledad adulta, contemplaba de nuevo las montañas bajo la luz de un atardecer perfecto, a la sombra de un árbol frondoso, sintiendo la brisa en su rostro y escuchando con deleite el arroyo discurriendo por su cauce. No había mejor imagen, ni mejor momento.

Hasta que la realidad irrumpía de nuevo. Un sonido brusco, proveniente de algún lugar cercano, quebró la imagen perfecta y la mujer se vio de pronto de nuevo sentada en su diminuto balcón urbano, a cuyos pies respiraba una bulliciosa ciudad moderna.

Desalentada, comprendió que su imagen mental se había arruinado. El ruido perenne de una ciudad atestada llegaba hasta sus oídos como chirridos molestos. El sol iluminaba con implacable ardor cada edificio, cada plaza, cada calle o puente que se había tendido sobre o entre la urbe, mientras un cielo azul perfecto encuadraba la brillantez de las superficies artificiales dominantes en el paisaje. No había nubes oscuras ni restos de humaradas en aquellos años de perfecto sistema de desechos tóxicos, ni el ruido provenía ya de fuentes artificiales. La contaminación de aquella ciudad estaba en sus habitantes, en sus gestos amargados, sus gritos iracundos o el sonar incesante de bocinas o llamadas. La paz estaba lejos de lograrse.

<Página anterior

-2-

Página siguiente >

 

 

Copyright Laura Quijano