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Antes del amanecer
Relato publicado en la antología de varios autores (Per)Versiones: Monstruos de la Literatura (2012, Sedice). Basado en Las Mil y Una Noches (de Abu abd-Allah Muhammed el-Gahshigar).

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—¿Por qué lloras?— le preguntó al instante.

—Señor— contestó Scherezada con una voz gloriosa de perfecta feminidad que casi dio al traste con la decisión de su marido—, tengo una hermana menor muy querida a mi corazón, entrañablemente unida a mi destino. Ya que ésta ha de ser la última noche que mis ojos vean la hermosa luz de las estrellas, ¿podríais consentirme un último testimonio de amor fraternal a quien tanto quiero?

Scharhriar sabía que Doniazada, la segunda hija de su gran visir, había arribado al palacio junto con su prometida, pues el ministro le había advertido de su presencia. Será vital, le había dicho, para el éxito de vuestra empresa, que ambas hermanas se encuentren en la misma habitación junto a vos. El sultán había querido saber las razones de aquella disposición, pero el gran visir le había asegurado que no podía revelar detalles de un plan que desconocía, pero que podría ser la única salida a una situación insostenible. Scharhriar había decidido entonces confiar en el juicio de su antiguo súbdito, y él mismo dispuso su puñal argénteo al alcance de su mano.

—Está bien— le dijo entonces a Scherezada—. Que venga.

Y Doniazada llegó al aposento nupcial en cuanto fue llamada. Era una joven delicada, bella además, aunque su aspecto distaba mucho de presentar el extraordinario atractivo de su hermana mayor. Con una sonrisa tímida, rindió sus respetos al sultán, y cuando todo estuvo dispuesto para entregarse al sueño, se acostó en una pequeña cama adosada al gran estrado del lecho nupcial. Scharhriar, por su parte, se acostó al lado de Scherezada y se dispuso a recibir una noche inusual. Sólo lamentaba no poder disfrutar de las mieles de un amor que le había sido negado con una criatura tan perfecta como aquélla. Pero no podía en hora tan crucial lamentarse por carencias tan nimias, que bien podía suplir con cualquier concubina.

Transcurrida una noche en apariencia tranquila, Scharhriar abrió los ojos en medio de la oscuridad. Aún faltaba una hora para el amanecer, pero su corazón latía acelerado, preparado de antemano para el veloz movimiento que debía realizar antes de que el monstruo tuviera tiempo de reaccionar. Con el sigilo propio del soldado avezado, tomó su puñal argénteo, escondido hábilmente debajo de su almohada, y se movió lentamente hacia su mujer, a la cual esperaba encontrar aún dormida.

Pero cuál sería su sorpresa al tropezar de frente con los ojos oscuros y maravillosos de Scherezada, quien le conminaba al silencio con uno de sus dedos, mientras apretaba con urgencia el brazo inerme.

—Paciencia, mi señor— susurró presurosa—, y ocultad vuestra arma, que no es poder suficiente para lidiar con el origen del mal que nos aflige.

Scharhriar se sentía atónito. La joven no había cambiado, su belleza intacta, su humanidad evidente, pero no bien hubo pronunciado aquellas palabras de precaución, una sombra terrible se levantó justo al lado de su lecho, tan brutal como no la había visto jamás, tan terrible que no pudo evitar sentir el terror que tantos hombres de su reino habían experimentado ante una muerte tan horrible.

—Scherezada, hermana mía— dijo entonces la horrible criatura, deforme hasta lo indecible, retorcida, armada de garras, dientes pavorosos y ojos encendidos, babeando como si anticipara un suculento manjar—. Aparta tu mano del alimento que me corresponde, si no quieres perecer también bajo mi mano.

Scharhriar, que no había llegado a presenciar a uno de aquellos horribles seres en su estado de vigilia, sintió que la parálisis del terror recorría sus piernas. Todo vestigio de Doniazada había desaparecido y sólo quedaba la espantosa mole de una criatura bestial. Sin embargo, para su asombro, sintió la mano firme de Scherezada sobre su brazo y escuchó con estupor cómo su joven esposa se dirigía al monstruo con la voz clara:

—Espera, Doniazada, hermana querida. ¡No vayas a sumirte en la desgracia que alguna vez acometió al poderoso Genio Oscuro Arzhazam aquella vez infame en que impelido por un hambre irracional encontró su propia muerte!

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