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Misión inconclusa
Cuento publicado en la antología de ciencia ficción, fantasía y terror ¡Jodido lunes! (2008, Lulu & Bubok).

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Buñuel frunció el ceño y clavó su mirada en la primera proyección, la cual volvía a la pantalla por medio de su creador. Todos se echaron a reír, incluyéndola a ella. Aquella diosa de belleza helada no podía compararse con la robusta humanidad de la señora, que, aunque rubia y de ojos azules, ocupaba al menos dos veces más espacio que el modelo.

—No es una guerrera vikinga— apuntó entonces Gabriela, contemplando aquella imagen con la extraña sensación de que no era la primera vez que la veía—. Es una valkiria.

Todos la miraron interesados.

—Tú sabrás— dijo Lucía en tono maligno—. Creo que él se basó en ti para diseñarla.

Gustavo le clavó una mirada asesina, pero no pudo evitar sonrojarse. Era notable el parecido entre Gabriela y la diosa de la proyección, y era evidente que el joven se había dejado arrebatar por la emoción al ponderar las cualidades de su colega, pero Gabriela no prestaba atención a aquel hecho. Tan sólo miraba la figura intentando saber qué le recordaba.

—Una valkiria, ¿eh?— preguntó Buñuel con una sonrisa maliciosa— ¿Te parece, muchacho?

—Pues, será una valkiria— dijo Gustavo, más calmado al comprobar que Gabriela no había prestado atención a su confusión—. En realidad, no recuerdo qué era una valkiria. ¿No era el nombre de una ópera o algo así?

—Ay, Tavito— le dijo Lucía sonriendo maliciosa— ¡Qué clase de memoria es esa, hombre! La Valkiria, de Wagner, primera jornada de El Anillo de los Nibelungos. ¡Dibujas a una chica portentosa y ni te enteras! Que yo la confundiera con una vikinga, pase, pero tú…

Gustavo se volvió, dispuesto a discutir, pero lo interrumpió Buñuel en seco.

—Bueno, ya— dijo la robusta dama— No estamos aquí para hablar de óperas. Quiero saber ya con el ya si les gusta la presentación. ¡A mí me ha encantado!

Los demás estuvieron de acuerdo, incluso Lucía, echándose a la espalda sus rizos cobrizos con aire de princesa. Gabriela, por su parte, asintió con una media sonrisa, intentando alejar de su cabeza el extraño sentimiento que le despertaba aquel dibujo. Ni siquiera sabía por qué había mencionado a las valkirias, si ni las conocía. Claro que, una vez, hacía años, había asistido con su padre a una presentación en el teatro y había contemplado con gusto la puesta en escena de la ópera de Wagner, pero no recordaba que entonces le despertara inquietud alguna. Tan sólo le había parecido una historia romántica, cargada de referencias filosóficas.

—Con base en la propuesta de Gustavo— continuó entretanto Buñuel con voz práctica—, trabajaremos en la campaña que necesita don Mauricio Arriaga para su nueva colección de joyas, tal como les expliqué el otro día…

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